jueves, 11 de junio de 2009

Poesía de Rudyard Kipling

Era yo muy joven cuando -no me acuerdo cómo- llegó a mis manos ésta poesía. La copie, con ayuda de una máquina de escribir, en un pequeño papel y, desde entonces, siempre la he tenido muy presente.

Es de Rudyard Kipling, el autor de "El libro de la Selva" que, aunque no lo parezca, no lo escribió Walt Disney. Desde el primer momento me pareció que expone, sin hipocresía, valores que debo transmitir a mis hijos. Por si a algún otro le sirve como a mi, aquí os la expongo con agradecimiento a su autor.
Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas.
Si no buscas más odio, que el odio que te tengan.

Si eres bueno, y no finges ser mejor de lo que eres.
Si al hablar no exageras, lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si alcanzas el Triunfo o llega tu Derrota,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del Orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas de un golpe y lleno de alegría,
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie lo que eres, ni lo que eras.

Si logras que los nervios y el corazón te asistan,
aún después de su fuga, en tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo, cuando no quede nada,
porque tú lo deseas, lo quieres y mandas.

Si hablas con el pueblo, y guardas la virtud.
Si marchas junto a Reyes, con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llega a hacerte la herida.
Si todos te reclaman, y ninguno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo.

Todo lo de esta Tierra será de tu dominio,
Y mucho más aún ...

¡ Serás un Hombre, hijo mío !

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